FILU 2014

Recuerdan legado de José Emilio Pacheco en la FILU

  • Una persona amable y respetuosa con todos
  • En el homenaje participaron los poetas David Ojeda, David Huerta y Hernán Bravo Varela

 Homenaje a JEP en la FILU-20
Homenaje a José Emilio Pacheco en la FILU 2014.

David Sandoval

 

El legado de José Emilio Pacheco va más allá de su poesía y se extiende a su labor como ensayista y antólogo, pero sobre todo como ser humano, coincidieron en señalar sus amigos y admiradores en el homenaje que la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) le rindió el pasado 18 de mayo.

En la mesa compuesta por los poetas David Ojeda, David Huerta y Hernán Bravo Varela, se recordó la figura del poeta fallecido este año, desde sus experiencias personales hasta la erudición y detalle que le dedicaba a sus publicaciones.

David Huerta recordó que Pacheco, en un hecho que se conoce poco, fue quien entregó a imprenta el Bestiario de Juan José Arreola ya que éste se encontraba deprimido y no podía escribir, entonces José Emilio fue a su casa y comenzó a tomar dictado para después pasarlo a máquina y llevarlo a imprenta, pues la fecha de entrega estaba próxima.

“¿Qué escritor haría eso por otro? Así de especial era José Emilio, no sólo brindó su apoyo sino que escribió a máquina lo que le dictó Arreola”, dijo, y recalcó que cuando se le invitó a participar con un volumen en la biblioteca universitaria de la UNAM, conoció “al otro José Emilio; que era muy exigente y cuidaba con mucho detalle las ediciones”, ello se sustentaba en un trabajo minucioso y los vastos conocimientos literarios que poseía.

Además de su trabajo académico, Ojeda recordó una visita que hicieron en el bajío, donde conoció al poeta potosino Félix Dauajare; para sorpresa de todos, Pacheco conocía gran parte de su obra y a pesar de no ser un poeta tan renombrado siempre lo trató como maestro, “ahí se puede dimensionar la humildad de aquel hombre”, subrayó.

José Emilio Pacheco era, lo que se dice, un hombre de letras y uno de los pilares de la reciente literatura mexicana; su pérdida inesperada fue muy sentida por quienes lo conocieron y por sus lectores, que abarcan varias generaciones.

Por otro lado, mencionó que también era una persona que disfrutaba mucho de la vida, era goloso y le encantaba pasear y conversar, “con una gran curiosidad y generosidad para reconocer en las letras de otros sus débitos”.

Al respecto, Bravo Varela recordó que acaba de publicarse una antología poética que trabajó su autor en colaboración con la editorial, por ello Los días que no se nombran recoge algunos de los textos favoritos del autor, así como también de sus lectores.

“Su poesía carece de la grandilocuencia y fastuosidad” que en otros poetas es recurrente; por el contrario, dijo Bravo Varela, le gustaban las palabras sencillas y los temas cotidianos, como lo ejemplificó con la lectura de su poema “Elogio del jabón”, con el que cerró su participación en el homenaje.

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