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Autonomía contra autoritarismo

Raúl Arias Lovillo*

 

¡Viva para siempre la Universidad Veracruzana en el corazón de todos los veracruzanos!

 

Con razón se dice que la democracia implica un determinado nivel de modestia. El autoritarismo es todo lo contrario: en cualquier instancia u organismo de la sociedad se nutre de hombres soberbios. Nuestra universidad, todavía no hace mucho tiempo, estuvo conducida a diferentes niveles a través de formas corporativas y autoritarias.

Una cultura vertical que abrumaba y reducía el horizonte de las inteligencias juveniles a la subordinación, al conformismo y al porrismo, tuvo que ceder al empuje democrático proveniente de la sociedad, y a la demanda de las vanguardias universitarias de mayor participación política en las decisiones de la institución.

La Universidad Veracruzana había sufrido un retraso de años. No obstante, pequeños pero decididos grupos de estudiantes y profesores se opusieron precursoramente al estado de cosas, y fueron abriendo caminos, sembrando las semillas de una cultura de la participación.

La autonomía universitaria concedida por el gobierno en 1996 fue un detonante de grandes transformaciones académicas.

A partir de entonces, adquirió una mayor significación la presencia política de profesores y estudiantes. Los espacios de participación, aunque escasos, fueron cada vez más importantes.

Al mismo tiempo, una competencia política más intensa entre las fuerzas partidistas en el estado, se acompañó de un mayor interés del gobierno estatal en los asuntos de la universidad.

 

La autonomía y participación crítica: sello de identidad de los universitarios
Por su parte, nuestra comunidad inició un proceso más sistemático de discusión colectiva, de reflexión crítica y autocrítica; puso a debate público los problemas de la Universidad, ventiló conflictos graves de los cuales sólo había información en los medios de comunicación externos.

Se empezó a generar una mayor cultura de la participación de nuestra comunidad. El incremento expansivo de las redes sociales como instrumentos de comunicación e información, se convirtieron en útiles herramientas de las modificaciones académicas, pero también de cambios en los niveles de comprensión y atención de las problemáticas universitarias.

La Universidad Veracruzana se reconoció en la autonomía. Convirtió en práctica cotidiana la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí misma y de ejercer la libertad de cátedra e investigación, y el libre examen y difusión de las ideas.

A partir de 2008, se establecieron los foros universitarios. A principios de este año realizamos un Congreso en el que todos los asistentes llevamos a cabo un ejercicio colectivo de reflexión crítica y autocrítica, de evaluación, de debate, en el que las propuestas de cientos de universitarios nos permitieron interiorizarnos en forma conjunta de la situación de la UV.

En este Congreso dimos respuestas académicas a quienes querían sólo respuestas políticas, respondimos con diálogo a quienes ansiaban abismos y rupturas, encontramos caminos de esperanza para quienes esperaban frustración y rechazo.

El diálogo, la discusión respetuosa y responsable, la libertad y el ejercicio de la crítica han adquirido carta de naturalización en la universidad.

Se formalizaron y pusieron en  práctica los Consejos Universitarios Regionales. No hubo un solo problema importante que quedara fuera de la agenda de este Consejo Universitario.

 

La autonomía: consciencia vital de los universitarios
Es así como los universitarios tomamos consciencia de la etapa que nos ha tocado vivir. Aprendimos a caminar por nuestro propio pie. La comunidad maduró y elevó sus aspiraciones al nivel de sus nuevos conocimientos, y un pensamiento analítico mucho más complejo y crítico.

Este es el ambiente en el que se ha desarrollado un espíritu universitario renovado, efecto inherente de la libertad y el mejor nivel académico y cultural que se respira en los campus de la Universidad Veracruzana.

Para decirlo de otra manera: la autonomía está en la consciencia de los universitarios; se le considera un derecho adquirido pero también una responsabilidad.

He sostenido que no se trata de una autonomía para aislarnos o cerrarnos al mundo exterior, para eximirnos de nuestras obligaciones jurídicas y éticas de rendir cuentas a los organismos evaluadores y a la sociedad.

La autonomía es apertura a los nuevos vientos que trae el conocimiento nuevo; es disposición al diálogo con todos los actores sociales.

En eso consiste el ejercicio responsable de la autonomía al que tanto aludimos.

Todos comprendimos que la autonomía es un medio para conocer, para aprender, para indagar, para estudiar y para interpretar mejor los problemas de la naturaleza y de la sociedad.

El conocimiento da vida al diálogo que surge de la libertad, a la tolerancia que deriva de reconocer el pluralismo y la diversidad, y a la racionalidad que convoca al razonamiento contra el dogma y contra las actitudes fanáticas.

A las autoridades nos enseña también que no debemos utilizar a la universidad como un instrumento para fines personales o políticos. Es un deber inexcusable asumir que la universidad no es patrimonio privado de nadie, que los fines esenciales de la institución deben estar al margen de los intereses ideológicos y materiales de cualquier partido político o grupo.

Hemos comprobado que la vida colegiada es el remedio contra cualquier tentación autoritaria. Nuestros liderazgos se legitiman en las aulas, en los laboratorios, en los cuerpos académicos.

Es aquí donde echan raíces la ciencia, la libertad y la academia. La autonomía es la disposición que las compendia y les da los instrumentos para desarrollarse.

Esto explica el alto valor que le asignamos a la autonomía en la Universidad Veracruzana. Su naturaleza libertaria nos permitió dejar atrás lo que del pasado era pernicioso; nos impulsó a constituir las nuevas instituciones que fortalecieron la vida académica, y hoy nos da confianza para enfrentar los retos del porvenir.

La Universidad Pública que observamos en nuestro país es una entidad superior dotada y preparada para más grandes responsabilidades educativas; capacitada para un futuro que nadie conoce; así hay que considerarla, en su condición intemporal,  en su dimensión científica y cultural; deliberando en el aula, indagando permanentemente, al margen de los oleajes políticos, por encima de coyunturas adversas; institucionalmente fuerte, superior a toda estrechez espiritual, construyendo de manera persistente puentes hacia el futuro.

Así imaginamos nosotros a nuestra querida Universidad Veracruzana: regocijada por la perenne presencia de su juventud, arropada en su fuerza moral, fortalecida en lo académico, encarnando la savia del saber social.

No tengo ninguna duda que siempre habrá universitarios dispuestos a trabajar por ella, a defenderla con honestidad y entrega, y siempre habrá quienes luchen para hacerla mejor.

Tengo que decirlo sin eufemismos: Veracruz necesita de la Universidad Veracruzana, la Universidad Veracruzana de la sociedad, de su pueblo, de la energía y la comprensión de todos los sectores sociales.

No puedo soslayar que la Universidad Veracruzana ha sido nuestra casa. Todos la llevamos  como nuestra principal seña de identidad. Al decir  Universidad Veracruzana miles escuchamos, miles respondemos,  miles pensamos en su grandeza y en su dignidad.

 

*Parte final del IV Informe leído en la Facultad de Contaduría, sede alterna improvisada por la presencia de un grupo de porros pagados para desprestigiar a la Universidad Veracruzana.

 

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