- Accidentes automovilísticos, homicidios y suicidios, entre las principales causas de muerte de los hombres mexicanos
Benno George Álvaro Keijzer Fokker, académico en el Instituto de Salud Pública.
Paola Cortés Pérez
La escasez de políticas públicas enfocadas a la prevención y cuidado de la salud de la población masculina en México, se deriva de la creencia que el hombre es invulnerable, declaró Benno de Keijzer Fokker, académico en el Instituto de Salud Pública de la Universidad Veracruzana (UV).
En el estudio que realiza desde hace 20 años –junto con un pequeño grupo de investigadores– descubrió que es la cultura la que determina la salud sexual, mental y física, tanto de mujeres como de hombres, pues es la que les enseña qué pueden y qué no se les permite hacer, cómo deben comportarse, qué tipo de profesiones deben ejercer, qué tipo de trabajos, etcétera.
“Hay toda una serie de puntos ciegos específicos, pero el gran punto ciego es que los hombres nos hemos creído, y también las mujeres nos lo han creído, que somos invulnerables a los problemas de salud”, apuntó el Doctor en Salud Mental.
La consecuencia inmediata son los índices preocupantes en mortalidad masculina, los cuales se reflejan desde los 10 años, cuando se registran dos muertes de niños por cada niña, siendo los accidentes la principal causa; mientras que para los 15 a 19 años, es de tres hombres por cada mujer, que en general son muertes violentas (accidentes automovilísticos, homicidios, ahogados y suicidios).
“Poco a poco me di cuenta de que la salud de los hombres si bien tiene que ver más con la biología, también se relaciona con la cultura; las muertes violentas, el caso de las adicciones, el VIH/SIDA, son algunos ejemplos de las causas que cortan la vida de muchos hombres”, sostuvo.
Pero, expuso Keijzer Fokker, el problema va más allá de la falta de programas de salud preventiva, dado que los hombres son reacios a los cambios de estilos de vida o a regímenes médicos, actitud que lamentablemente no se limita a su propia salud, sino que por lo general también la muestran cuando su pareja e hijos tratan de acudir a consultas médicas.
“Hay una fuerte resistencia y en la cultura hay la creencia de que eso le pasará al otro, pero a mí no; yo puedo manejar a 100 kilómetros por hora, fumar marihuana y/o estar alcoholizado, tiene mucho que ver con la noción de poder que los hombres aprendemos a incorporar desde que somos chicos, que somos invulnerables”, comentó.
Pese a que la medicina ha sido dominada por una visión masculina, prosiguió, los programas desarrollados desde este ámbito han sido sólo para el cuidado materno-infantil, resultado de la “idea de superioridad” creada por los varones y que han terminado por creérsela.
“Falta el impulso de políticas públicas y programas específicos que trabajen con hombres y mujeres desde la primaria para generar relaciones de equidad que den una mejor situación para las mujeres, pero también una mejor calidad de vida a los niños y hombres desde el momento en que los desmarquen de toda una serie de mandatos sobre la masculinidad”, resaltó.
Detalló que en años recientes (hace ocho años aproximadamente) se empezó a ver cierta atención a este sector de la población, primero con los programas ocupacionales, en donde “los varones son reparados para seguir trabajando”, y más tarde los programas encauzados a problemas de violencia y adicción voltearon a ver a los hombres.
Ejemplo de esto es un programa enfocado sólo a la salud femenina y que durante el sexenio de Vicente Fox se transformó en un programa de género y salud. Desde hace 10 años, en el Instituto de Salud Pública de la UV se impulsa un programa para aquellos hombres que quieren renunciar a su violencia.
“Los programas de VIH tempranamente descubrieron la necesidad de trabajar con hombres que tienen sexo con otros hombres; los programas de adicción se tardaron algo en incorporar la mirada de género, sabiendo que los hombres jóvenes e incluso los niños se inician desde temprana edad al consumo de drogas y que tiene que ver con la masculinidad”, expresó.
Por ello, reiteró en que los estudios que realizan tienen el propósito de hacer un diagnóstico que ayude en la construcción de programas de género, es decir, políticas que atiendan a mujeres y hombres por igual, con lo que se corregirían inequidades que existan de un lado y del otro.
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